Durante todos estos días he realizado múltiples actividades para mantener el ritmo del día y no decaer en la apatía y falta de ilusión, he concluido proyectos viejos y empezado y acabado algún que otro nuevo. Otros están en proceso.
Desde mi ventana he aplaudido a todos aquellos que han cuidado de la salud, a los que han hecho posible que me llegue el alimento, a los que han mantenido el orden en el exterior, a los que han creado a partir de sus talentos. A los que han permanecido en sus hogares y de los que me he sentido acompañada cada tarde a las 20:00h.
A la familia y a los amigos que han mantenido el ritmo de esa videollamada que ha dado un nuevo significado a la palabra y ha aportado ese gesto de cariño tan necesario.
He conocido mejor a mis vecinos compartiendo aplauso, canciones, música clásica, saludos de cariño y agradecimiento por asomarnos a nuestras ventanas para compartir un ratito cada día, abuelos, padres, hijos, hermanos etc.
Desde mi ventana sigo viendo la luna por la noche.

Cada día me acompañan el sol y esas nubes que me sorprenden con su color blanquísimo sobre un azul limpio.
Por las tardes, cuando las calles se llenan de gente, las gaviotas, los avioncicos y los pajarillos siguen visitando mis plantas y dan ese toque de la naturaleza que siempre se agradece.
Una nueva vida ha llegado a alegrar los días y otra, desde la distancia, nos saca la sonrisa que parecía perdida.
Ya puedo desplazarme a Málaga pero sigo a la espera de que Madrid supere las fases suficientes para ver y abrazar al resto de mi familia.
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